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DEL DIA A DIA
- EL DÍA DE LA LUNA -
Identificada con Diana, la diosa femenina de la luz. La mujer, la casa, la familia.Medicina

LAS FACULTADES MENTALES

Hay cosas que dan mucho que pensar: tenemos una mente que no sabemos muy bien lo que es; ni siquiera sabemos que sea algo exclusivo nuestro, de la especie humana. Sabemos, o creemos saber, al cabo de muchos siglos de mal vivir, que la mayoría de conductas torcidas no son fruto de la maldad, sino de enfermedad. Sabemos incluso que cuando un perro mata a dentelladas a una persona o a otro perro, es porque ha sufrido un acceso de enajenación mental transitoria. Que normalmente se comporta como es debido, pero que a veces pierde el control, sin que se conozcan muy bien los mecanismos, ni por tanto cuál es el remedio. Si ya la tendencia general de la humanidad ha sido confiar su salud a magos, brujos, santos y santones, y eso tratándose de dolencias físicas; cuando se ha tratado de dolencias psíquicas, ahí han estado los dioses y los espíritus de por medio; porque no habiendo manera de explicarlas, igual que en el teatro se hace bajar al Deus ex máchina para desenredar lo que los hombres han enredado, dándole a la situación un desenlace divino, también en estos casos tan complicados, los dioses, los demonios y demás espíritus han corrido con la responsabilidad. Es precisamente ahí donde nos lleva el concepto de enajenación: es una manera distinta de referirse a la posesión. El enajenado es ajeno, es de otro, de quien le posee. No es él. Y claro, se hace uno la pregunta: ¿En qué se diferencian la posesión de los antiguos y la moderna enajenación mental? Hoy el psicólogo actúa de confesor y exorcista, sin estola y sin hisopo, pero con divanes y cantidad de fármacos, unos más eficaces y otros menos que el agua bendita. La solución, tanto hoy como hace mil, como hace dos mil años, es la misma: la causa viene de fuera, y en todo caso hay que expulsar esos espíritus malignos del cuerpo y de la mente del enfermo. La responsabilidad, se decía antes, es de los dioses, que así lo han querido; y los dementes estaban bajo protección divina. La responsabilidad, se dice hoy, es de la sociedad, y los enfermos están bajo su protección. Y como todo desarreglo de conducta se intenta explicar como fruto de una alteración mental, acaba resultando que la sociedad ha acogido bajo su tutela y con unos cuidados exquisitos a todos aquellos que sufren desarreglos de conducta. Pero ¿qué es la mente?, seguimos preguntándonos entretanto. ¿De qué depende que ésta funcione bien o mal? Y tarde o temprano tendremos que llegar a la conclusión de que no existe mente ni conciencia individual, más que inscrita en la mente colectiva, que es la auténtica, la de verdad, la determinante. Y que los más graves desarreglos mentales (individuales, claro está), se dan cuando está en crisis la mente colectiva: cuando ésta sufre inseguridad, desorientación, alienación; cuando la propia colectividad no sabe adónde va, y lo mismo le da ir por la derecha que por la izquierda, hacia delante que hacia atrás. Una sociedad así es el caldo de cultivo ideal para toda clase de desarreglos de la conducta. Es que en cuanto se te mueve el suelo bajo los pies, no es nada fácil mantener el equilibrio. Es lógico que justo en esta situación se den con mayor abundancia los desequilibrados. ¿Y es posible que vuelvan a sostenerse en pie, mientras sigue moviéndoseles todo el sistema, mientras aún persiste la causa de su desequilibrio?

EL ALMANAQUE examina hoy el campo léxico y semántico de la mente y la demencia.