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DEL DIA A DIA
- EL DÍA DE LA LUNA -
Identificada con Diana, la diosa femenina de la luz. La mujer, la casa, la familia.Medicina

RECUERDE EL ALMA DORMIDA, AVIVE EL SESO Y DESPIERTE

El corazón y el cerebro, las dos grandes vísceras que se llevan la primacía de los sentimientos y de la razón, son las que presiden el arranque de las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Re-cordar fue antes que memoria, el retorno a la actividad del corazón (cordem), motor infatigable que durante el sueño descansa en una especie de ralentí, pero que en la vigilia bombea la sangre a todo el cuerpo, con mayor o menor fuerza, latiendo con uno u otro ritmo, según sean los sentimientos del alma. Por eso, porque era tan evidente el distinto comportamiento del corazón según fuese la fuerza con que lo sacudían los sentimientos, se le consideró la sede del alma sensitiva, o mejor sentimental. Y en eso estamos: el corazón sigue siendo en nuestra cultura la sede y el símbolo de los sentimientos. El cerebro, por el contrario, es símbolo y sede de la inteligencia y la razón. Decimos que es cerebral aquella persona que desoyendo las razones del corazón, atiende sólo a las de la razón. Eso es lo que decimos con nuestros razonamientos, pero no con nuestras palabras. Al menos, no lo hemos dicho siempre. Porque el uso del término cerebro para referirnos a esa víscera (el próximo lunes me explayaré en esta palabra) es muy reciente. De siempre hemos preferido, y seguimos usándolo, el seso, que dice Jorge Manrique. Con esta palabra venimos nombrando el entendimiento y buena parte de los sentimientos desde hace muchos siglos: tener sorbido el seso por alguien o por algo, beberse o sorberse el seso (metáforas que no siempre lo han sido), perder el seso, quitarle el seso a alguien, estar uno en su seso (en su sano juicio) calentarse o devanarse los sesos... son expresiones bien castizas que denotan el valor y el significado de esta palabra, que en el lenguaje coloquial sigue ocupando muy dignamente el lugar del cerebro. Y le siguen las expresiones tener sesera y ser sesudo para ponderar la inteligencia de alguien. Pero claro, la sorpresa surge cuando entramos en el significado profundo de seso, en su origen. Resulta que es una reducción de senso, de la familia de sentir: es una palabra que viene del reino del sentimiento (en el que hemos entronizado el corazón), y no de la razón. Ha convivido sin embargo durante muchos siglos con el cultismo "cerebro". Así vemos cómo aparece en el Quiijote: "En resolución, él se enfrascó tanto en su letura (sic), que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro (sic) de manera que vino a perder el juicio." (Es de notar que la tendencia de llamar "celebro" al cerebro viene de lejos, porque es de la propia lengua; es su condición de cultismo lo que ha mantenido esta palabra sin evolucionar; en cambio parece que sí que hemos sacado el descalabrado del "descelebrado"). Y atendiendo a la asignación de funciones a las partes del cuerpo, parece que desde siempre hemos colocado en los músculos la fuerza, y en las vísceras lo más espiritual. Tenemos los adjetivos visceral y entrañable que nos sitúan las pasiones (en el primer caso violentas; en el segundo, dulces) en las vísceras o entrañas. Es que ahí estaba, además de en la sangre, todo principio de vida. Por eso en las mitologías y en las religiones, los dioses prohíben al hombre alimentarse de los órganos vitales y se los reservan para sí mismos, porque con ellos se absorbe la vida, y con ellos alimentan su inmortalidad. Al hombre le dejan los músculos, para que se alimenten de fuerza, pero no de vida.