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LÉXICO - INMUNIDAD

Immunis, immune es el que no está sujeto a munus, es decir a oficio, servicio u obligación. Immunis militia = libre del servicio militar; qui agros immunes arant et liberos = los que aran campos exentos de tributos y libres; civitatem negavit, immunitatem obtulit = le negó la ciudadanía, pero le ofreció la exención de impuestos. Tenemos ahí a tocar el adjetivoimmunitus, -a, -um (de in negativo más munio, munire, munitum = fortificar), que significa no protegido, carente de defensas, sin fortificación: immunita via = camino mal defendido, inseguro. Está claro que cuando hablamos de inmunología pensamos en defensas, pero no en su ausencia, sino en su existencia o en su creación. Está claro por tanto que la palabra inmunidad la ha obtenido la medicina del Immunis, immune derivado de munus (obligación, oficio), y no entendida como la ausencia de obligaciones y deberes, sino como la imposibilidad de atacar, prender o castigar por alguna acción u omisión a quien ha sido declarado inmune, es decir sin obligación, o a quien lo es por naturaleza. Este cultismo, pues, evidentemente forzado, va en esa dirección en todos los campos en que se aplica: transfiere el significado del antecedente (no estar obligado a algo) a su consecuente (no poder ser atacado o agredido por ello).

En medicina se entiende por inmunidad la propiedad del organismo en virtud de la cual es capaz de oponerse al desarrollo en su interior de agentes patógenos. Puede ser ésta innata (nacida en uno mismo), o adquirida. La inmunidad innata es la que ejerce de oficio el propio cuerpo: su sistema de defensas naturales, como son la barrera epitelial de piel y mucosas, el poder bactericida de muchas secreciones, la capacidad de fagocitosis y otras propiedades bactericidas de la sangre. Estas propiedades no se dan de forma igual en todos los individuos ni en todos los grupos: es proverbial la resistencia de los negros a la fiebre amarilla, y de los indios al cólera. Pero es en el campo de la inmunidad adquiridadonde la medicina ha abierto un frente de combate contra los agentes externos portadores de enfermedades. Y paradójicamente la táctica defensiva no es la de cerrar a cal y canto el acceso a los virus y demás agentes patógenos (como en los quirófanos), sino la de permitir o facilitar la entrada controlada del enemigo, de manera que tengamos garantía de que el cuerpo será capaz de dar la batalla y ganarla, creando de paso unas defensas o anticuerpos entrenados ya a resistir a la enfermedad cuando se presente por su propio pie. Fue la observación de que había enfermedades infecciosas que no eran contraídas por quienes las habían ya padecido, aunque estuviesen en condiciones de ser infectados. Eran casos de inmunidad adquirida natural. Se trataba, por tanto, de reproducir artificialmente esas condiciones, pero sin pagar el tributo que se cobraba la naturaleza (sólo una parte de los que padecían las graves enfermedades infecciosas sobrevivían a ellas). Se inició pues el camino glorioso de la inoculación de virus atenuados, muertos, o en ínfimas cantidades (vacunación se llamó al sistema por haberse iniciado con la viruela a partir de virus procedentes de la vaca). El resultado fue espectacular; el mayor efecto de inmunidad es que gracias a estas nuevas técnicas hemos dejado de pagar el altísimo tributo (munus) que nos cobraban las enfermedades infecciosas.

Mariano Arnal

 

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