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LÉXICO

SINDICATO 3

Hasta el siglo XIX no apareció en el léxico la palabra sindicato, del mismo tronco que síndico y sindicatura, pero de significado sumamente alejado. En estos dos términos prevalece el segundo elemento del compuesto, dikh (díke), justicia, sobre el prefijo sun (syn), que da la idea de colectividad o colegialidad. En cambio en la palabra sindicato, el prefijo domina el significado, eclipsando totalmente al otro elemento, dikh (díke) por el que no tiene un sindicato el menor interés. En efecto, se constituyen los sindicatos como grupos de presión cuyo objetivo es en primer lugar no hacerse la competencia entre los miembros del sindicato, y en segundo lugar combatir por todos los medios la competencia externa, a fin de vender al mejor precio posible aquello que cada uno produce.

Decía que los primeros sindicatos fueron de productores agrícolas, cansados de hacerse la competencia mutuamente. El principal rival del sindicato y de sus miembros no es el comprador sino los otros vendedores, que pueden convertir en perfectamente inútil todo el esfuerzo de sindicación. La verdad es que un sindicato sólo llega a la culminación de sus objetivos cuando consigue el monopolio en su sector (monopwlion / monopólion es la palabra griega original; el invento viene de muy lejos). Por consiguiente el gran enemigo de un sindicato de productores de trigo o de zapatos, es otro productor u otro sindicato de productores del mismo artículo. Las guerras fueron en su día durísimas, hasta que aprendieron a repartirse el territorio, de manera que cada uno en el suyo fuera único, o a unificar precios, como hacen por ejemplo las grandes petroleras, de manera que funciona el mercado como si fuese un monopolio.

Trasladado este principio a los sindicatos de trabajadores, funciona de la misma manera. Sólo cambia el producto. En este caso lo que se vende es trabajo. Por eso el principal enemigo de un sindicato de trabajadores es el trabajador no sindicado, que puede vender su trabajo a menor precio, o un sindicato competidor. Planteado en estos términos, el mercado de trabajo es tan duro como cualquier otro mercado y está sujeto a sus leyes como los demás productos. Pero como no es lo mismo comerciar con patatas que hacerlo con personas, porque éstas tienen comportamientos distintos que los sacos de patatas, he aquí que finalmente hay que politizar de alguna manera el mercado del trabajo. Quien lo politiza olvidando que finalmente el mercado pasará cuentas, acaba comprando la paz social a unos precios exorbitantes. Es el caso de la Organización nacional de Sindicatos del anterior régimen, que mantenía el mercado interior de trabajo en régimen de autarquía, con unos costos tan exagerados que finalmente repercutían en los productos. Es el caso de los países del socialismo real, que estuvieron viviendo en la ficción del pleno empleo, y cuando volvieron a la realidad, se encontraron con que no tenían sitio en ella; aún están en la resaca, y tienen para años. En eso estamos, en la politización del mercado de trabajo, de la que forman parte esencial los sindicatos.

Mariano Arnal

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