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LÉXICO

SIGLO 

Sabemos que un siglo son 100 años. Conocemos también el significado de “mundo” en contraposición a la vida monástica o clerical (“los peligros del siglo” significa en religión “los peligros de la vida fuera del monasterio). Viene del latín saéculum (pl. saéculos). La u, por ser débil postónica, cayó pronto (como en ínsula cayó la u para quedar primero en insla y finalmente isla). El diptongo ae se pronunció e a lo largo de toda la edad media, y sigue pronunciándose así en el latín eclesiástico. Siguiendo la tendencia de diptongar del español, (de caelos, cielos; de terra, tierra; de caecos, ciegos; de focos, fuegos…) durante un tiempo se dijo sieclos. La c se sonorizó en g, como en ciegos y fuegos, quedando sieglos. Finalmente se perdió la e y nos quedamos con siglos. 

Pero es poca la transformación fonética comparada con la semántica. En un principio saéculum significó raza, generación, estirpe, progenie. Era una especie de colectivo y se refería al conjunto de descendientes: mutantur saecla animantium, dice Lucrecio: se mudan las especies de los animales. Y de ahí, del conjunto de individuos, pasa a la generación, es decir al tiempo que duran toda una camada de individuos de la misma especie: serit árbores quae álteri saéculo prosint, dice Cicerón: planta árboles que aprovechen a la siguiente generación. Se incrementó el uso de saéculum con valor temporal y exclusivo para la especie humana, hasta el punto que se hizo preciso cuantificar esa duración. Por establecer un número redondo, se determino que un saéculum, es decir el tiempo límite de duración de una generatio era de 100 años. No se refiere a la edad media del hombre, sino a la edad máxima en que se conserva vigente y con memoria viva una generación. Fue así como el siglo se convirtió en la mayor unidad de medida del tiempo humano. Los romanos usaron simultáneamente todos los valores de saéculum, aunque acabó prevaleciendo el vigente de siglo. 

La verdad es que este término fue todo un hallazgo e hizo fortuna, de manera que se desarrolló en todas las formas metafóricas que se refieren a la larga duración del tiempo, incluida la eternidad en la expresión saécula saeculorum, los siglos de los siglos. Recordemos “la madre de todas las batallas”, que en expresión latina sería “la batalla de las batallas”, y del mismo modo el rex regum et dóminus dominantium, rey de reyes y señor de señores. 

La palabra siglo pasó también a la terminología religiosa, pero curiosamente en sentido negativo. Frente a la vida del espíritu estaba el siglo, sinónimo del mundo, el primero de los tres enemigos del alma según el catecismo (los otros dos son el demonio y la carne). En el clericato se estableció la diferencia entre seculares y regulares. Regulares eran los que se sometían a una Regla monástica y vivían en comunidad. Por contraposición a éstos se llamaban seculares los que vivían en el siglo, es decir en el mundo, fuera del refugio espiritual de los monasterios. Pero aún se avanzó un paso más y se creó el verbo secularizar y su respectivo participio pasado para referirse a los religiosos que cuelgan los hábitos, sea por voluntad propia, sea por sanción eclesiástica, sin distinguir a estos efectos entre el clero secular y el regular.

Mariano Arnal

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