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EL DÍA DE MERCURIO
. Enseñanza

¿ESTUDIAR LENGUAS MUERTAS?

La misma adjetivación del latín como "lengua muerta", es indicativa del espíritu negativo con que se accede a ella. Aparte de que sea discutible la justeza de tal calificación, conlleva que a la hora de definir los programas, se dé absoluta prioridad a los contenidos esclerotizados sobre los que tienen alguna vigencia. Así se ha priorizado totalmente la gramática sobre el léxico. Nos han puesto en la programación los huesos más duros de roer y han desechado la carne tierna y gustosa. La causa de este desvarío está en una inercia de muchísimos siglos que ha identificado el latín con una sola de sus acepciones, la más reducida en el tiempo y en la producción, el latín clásico. En efecto, el latín es nombre de género que se desarrolla en varias especies, las más conocidas de las cuales son: el latín vulgar, el latín clásico y el bajo latín. Pero resulta que utilizamos la palabra "latín" siempre de forma equívoca, porque no siempre nos referimos al mismo latín; y cuando hablamos de la oportunidad o inoportunidad de eliminar esta disciplina de los estudios de grado medio, cuando decimos "latín", unos decimos una cosa, y otros dicen otra. Por ejemplo, desde hace unos veinticinco años, y de ahí hacia atrás hasta la misma época clásica, la razón de ser de esta asignatura era precisamente aprovechar las dificultades de una lengua de flexión nominal (utilizada en sus formas más audaces únicamente en obras literarias), para entrenar al alumno en la resolución de problemas y dificultades de orden lógico que era imposible encontrar en ninguna lengua hablada. Por eso también el bajo latín (el latín fácil) estaba excluido de la asignatura, porque en fin de cuentas no era más que la traslación al papel del latín que se habló durante muchos siglos. Es evidente que hoy no podemos defender el mismo concepto de "latín" para el Bachillerato, porque los niveles escolares han bajado tanto desde entonces, que ya no es necesario recurrir a una lengua tan complicada para desarrollar la lógica verbal, cuando ni en los programas ni en la realidad se consigue que el alumno maneje y resuelva con soltura los problemas gramaticales que presenta su propia lengua, comparativamente muchísimo más fáciles. Por eso tendríamos que descartar sin más lo que se ha entendido siempre y se sigue entendiendo por "latín" cuando nos referimos a él como asignatura. No es necesario en absoluto, ni tampoco es accesible en este nivel académico. Y sin embargo sigue valiendo la pena el cultivo del latín; pero ni desde la parcela del latín clásico, ni desde el área gramatical, sino desde las áreas que se han despreciado hasta ahora: el latín vulgar y el bajo latín. Ese es el camino que nos conviene seguir si nos interesa esta asignatura como base cultural de nuestra lengua, que no procede del latín clásico, sino de esas dos especies menos nobles. Pero es que hay una razón más para abonarnos a las formas del latín que son tratadas como menos legítimas, y es su proximidad a nuestra lengua, empezando por la misma pronunciación. Es absurdo y ridículo que para ir exactamente a ningún sitio hayamos adoptado la pronunciación del latín que nos impusieron los alemanes, con el pretexto de que era la "clásica". ¿Y para qué la queremos, si tenemos pronunciación autóctona del latín que nos sirve precisamente para enlazar esa lengua con la nuestra, a partir de la forma diferencial que tuvo en España? Y además es precisamente ese el camino más corto para entender el traspaso léxico del latín al español.

EL ALMANAQUE se ocupa hoy del latín como palabra y como asignatura.