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DEL DIA A DIA
EL DÍA DE MERCURIO
. Enseñanza

DE LA DISCIPLINA A LA CONVIVENCIA

¿De qué se habla en un claustro de profesores, ahora que se están celebrando en todos los centros para poner el curso en marcha? ¿Cuál es el tema estrella? ¡La disciplina, cuál iba a ser! Antes de la reforma educativa, era un apéndice al que se prestaba escasísima atención. Como los alumnos iban a la escuela a estudiar, a aprender (a esto en latín lo llamaban discere), la disciplina era el gran requisito fundamental. Y del mismo modo que la salud no es algo añadido a la vida, sino que es propio e inseparable de ella; así también la disciplina formaba parte natural e inseparable de la escuela, y sólo excepcionalmente tenía ésta algún problema de disciplina, igual que un cuerpo sano tiene de tarde en tarde algún pequeño problema de salud. Pero tal como la escuela fue engordando, así le fueron bajando las defensas: y la enfermedad que más hubo de padecer fue nada menos que la indisciplina (no perdamos de vista el sentido de las palabras: el engorde de la escuela fue a costa de los que no querían aprender, en latín non discere; eso y no otra cosa ha sido siempre la indisciplina: negarse a aprender en el lugar al que se va a eso y a nada más). Algunos países, como Alemania, resolvieron el problema salomónicamente: fueron engordando la escuela tal como iba imponiendo el progreso, igual que todos. Pero a aquellos que por no querer aprender provocaban que el resto de alumnos tampoco pudiera hacerlo, los mandaron (subvencionados, ¡claro está!) a otros colegios (internados mayormente) que les dedicaban una atención especialísima. Pero en los países en que los políticos se esmeraron en hacer gala de su instinto igualitario, eso no fue así: engordaron la escuela cada vez con más alumnos que no querían estudiar, instalando así en ella, como un cáncer, el fracaso escolar. Confiesan las autoridades españolas que el fracaso escolar neto (después de imposiciones de todo género para maquillar la realidad) afecta a un 30% de la población escolar. En épocas de mayor realismo se reconocieron índices que rondaban el 50%. Lo elevado de la cifra demuestra bien a las claras que quienes se han instalado en la indisciplina, es decir en el no aprender, ocupan un espacio mucho mayor del que naturalmente les corresponde: ganan terreno, igual que las manzanas podridas del cesto se lo ganan a las lozanas. Hay que precisar que contribuyó mucho a este desmadre general la idea, progresista donde las haya, de que el orden y la disciplina eran un vicio del totalitarismo que se debía desterrar de la escuela; que era preciso hacer más pedagogía que enseñanza; que menos aprender y más formarse; que la escuela progresista tenía que distinguirse claramente de la del antiguo régimen. Y resultó que la población no supo entender y asimilar tanto progreso, y las aulas dejaron de ser lo que fueron. Para atender, que no para remediar esta situación, se creó un órgano escolar denominado Comisión de Disciplina. No podemos decir que no tuvieran trabajo las comisiones de disciplina antes de la reforma educativa. Lo tenían; pero casi nada comparado con el que tienen ahora. Tanto, que las autoridades académicas han tirado la toalla y han renunciado a la disciplina. No les importa ya si aprenden o no aprenden. Lo importante es que la vida en los centros escolares sea llevadera. Por consiguiente, a estas comisiones les han cambiado el nombre, y han pasado a llamarse Comisión de Convivencia. Problema resuelto.

EL ALMANAQUE examina hoy la palabra convivencia, el nuevo objetivo.