Partimos del dogma sacrosanto del desarrollo. Se supone
que tenemos como especie un largo camino por delante que hemos de recorrer hasta su
término; que del mismo modo que en cualquier semilla está prefigurado todo el potencial
del individuo y de la especie, que se va desplegando paso a paso, cada uno a su tiempo,
también la especie humana tiene marcado un desarrollo por el que necesariamente ha de
pasar, en el que los países ricos abren camino a los países pobres. Esta visión
conlleva muchas y graves implicaciones de carácter social, político y económico. Y
también ecológico.
La expansión de la especie humana sobre la capa de la tierra
tiene desde que el hombre es hombre, unos efectos ecológicos nefastos: y tanto más,
cuanto mayor es el "progreso" de las comunidades humanas que ocupan el
territorio. Son las sociedades más primitivas, las menos desarrolladas o si se prefiere
las más subdesarrolladas, las que menos castigan la tierra que les da cobijo; y son al
mismo tiempo las que peor se alimentan de esa tierra, las más expuestas al hambre, es
decir a ver limitada su población según el estilo de la naturaleza. Y por el contrario
son las comunidades más desarrolladas las que más castigan la tierra, de manera que
progreso y desarrollo es siempre procurar levantarle al hombre los castigos naturales a
que está sometido todo viviente, para cargarlos en los demás vivientes (incluyendo,
claro está, a los congéneres) y en la misma tierra. Nos escandalizamos por la guerra que
declararon nuestros antepasados a los bosques por razones tan peregrinas como la caza, la
defensa, el clima... y nos parece naturalísimo el expolio que nosotros estamos haciendo y
la basura que estamos esparciendo.
Yendo a la sustancia léxica del tema, hay que decir que tanto
desarrollo como subdesarrollo son conceptos subjetivos basados en los mismos prejuicios
que nos llevaron hace cinco siglos a salvar las almas de los infieles, y hace uno y medio
a salvar a los pueblos primitivos de la barbarie. Para poder operar con mayor rigor
lógico, tendríamos que introducir el concepto de hiperdesarrollo, que en medicina
se llama hipertrofia o cáncer. Suponer que todo crecimiento es progreso y es mejora, es
mucho suponer. Bastaría que tomásemos como punto de referencia la armonía con la
naturaleza, para salir del absurdo del progreso por el progreso y el desarrollo por el
desarrollo. Mientras sigamos instalados en las mismas doctrinas económicas, sociales y
políticas en que nos movemos, no se detendrá el crecimiento de la humanidad y el
decrecimiento de la biosfera en que ésta se sostiene. Es preciso cambiar de doctrinas
para cambiar de rumbo. La especie humana es un cáncer que le ha salido a la tierra, y si
no se lo cura, está condenada a morir de la enfermedad llamada hombre. Quizá sería hora
de pensar en buscarle camino al subdesarrollo en vez de empeñarnos en seguir empujando en
la dirección del desarrollo. El progreso económico y tecnológico no harán más que
aumentar la humanidad, como ha ocurrido a lo largo de la historia, desde que el hombre
alargó su brazo con un palo para matar sin ser matado, hasta ahora. En los artículos control
y rol explico la sustancia léxica del desarrollo: el rollo y el rolar.