Es difícil hacerse una idea de cuál debió ser el origen de
esta palabra, y cuál su empleo más acertado, porque su campo de aplicación es muy
extenso. Se usa como adjetivo para designar al necio, al incapaz, al falto de razón, al
vicioso, al torpe, al muy desordenado, al hombre tosco y sin pulir. Es de notar que se usa
especialmente en masculino. Su otro valor es el de sustantivo, para referirse, como dice
el diccionario, al animal irracional, dicho de los cuadrúpedos. Parece ser, de todos
modos, que el bruto por antonomasia es el animal de tiro, aquel al que se aprecia por su
fuerza de empuje o arrastre. De todos modos, desde que la fuerza bruta la ponen las
máquinas y no los brutos, este término ha perdido casi del todo su valor sustantivo,
para quedarse tan sólo con el adjetivo, acentuando algo más el insulto.
La palabra procede del latín, que tiene igualmente la forma
sustantiva brutum, bruti (sorprendentemente neutro, cuando refiriéndose a animales
lo propio es que tenga las formas masculina y femenina). Para los latinos, brutus
(adjetivo) es el animal que tiene un movimiento lento y tardo. Luego se aplicará
también este adjetivo a aquellas cosas a las que les es propio el movimiento, pero lo
tienen igualmente torpe. Por extensión se designó como brutus a la persona de
movimientos tardos, incapaz de reaccionar adecuadamente; y a partir de ahí se pasó ya a
la retahíla de insultos. Lo sorprendente es que se usó bastante como nombre propio.
Precisamente Lucio Junio Bruto fue el primer cónsul de Roma. Esto hace pensar que no
sería tan ofensivo cuando nobilísimos romanos lo llevaban como nombre o sobrenombre.
Entre las rarezas de esta palabra, es acaso la más singular que con su forma femenina se
designó a la nuera: bruta. Está claro que las relaciones entre la suegra y la
nuera no pudieron ser buenas y que quien llevaba entonces las de ganar era la suegra (la
madre del hijo). Otra curiosidad histórica es que la región que hoy se llama Calabria la
conocían los romanos con el nombre de Bruttium, y a sus habitantes con el de bruttii,
y que de este nombre derivaron el de bruttianus, con el que denominaban a los
esclavos que se ocupaban de los más bajos menesteres en las provincias al servicio de los
magistrados, por haber sido en un principio los brucios los que estaban condenados a esos
trabajos por haber ayudado a Aníbal.
El calificativo de "bruto" se ha opuesto habitualmente
a "dotado de razón"; por eso se prefirió para denominar a los animales de
labranza que eran capaces tan sólo de emplear su fuerza bruta. Quizá por eso se llama al
caballo el noble bruto, porque les saca una notable diferencia a los demás animales de
tiro en la capacidad de comprensión de órdenes diferenciadas. Al caballo se le pueden
pedir más cosas que a los demás brutos. Y es posible que la diferencia última entre el
hombre y los brutos sea su mayor gobernabilidad a causa de su más alta capacidad de
recibir y atender órdenes; y que por eso se llame bruto al que se distingue al tiempo por
su fuerza y por su cortedad. Cuando hablamos de brutalidad nos referimos a los modos
propios no de los brutos (animales), que no se distinguen en absoluto por ni por su
brutalidad ni por su fiereza, sino a los hombres sin sensibilidad e incapaces de mesura,
que creen poder resolverlo todo únicamente con la fuerza bruta.