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El almanaque de la Astrologia
Artículos sobre astrología orientados a la reflexión y observación

ALMANAQUES Y CALENDARIOS

Los ALMANAQUES, a lo largo de su historia, han ofrecido de todo: desde los antiquísimos conocimientos astrológicos y los consejos médicos a ellos ligados, hasta las doctrinas religiosas, el teatro, la música, la historia, la política, la filosofía, las ciencias, la navegación (almanaques astronómicos), las noticias de sociedad, el comercio, toda actividad humana y todo conocimiento.

Los ALMANAQUES han sido siempre calendarios con contenidos dosificados día a día, constituyendo por ello una apreciadísima alternativa de los libros y las revistas especializadas.

Fieles a esta memorable tradición, Los editores de EL ALMANAQUE ofrecemos, además de la edición diaria completa, los siguientes ALMANAQUES ESPECÍFICOS, con el objeto de que cada uno pueda elegir el de su preferencia

Azteca - Chino - Gregoriano - Indio - Islámico - Hebreo - Juliano - Maya - Sirio - Republicano

LA PIEDRA DEL SOL 

El Museo Nacional de México guarda como una de sus más preciadas joyas la Piedra del Sol, el calendario azteca que estuvo religiosamente guardado en la base de la torre occidental de la catedral de México. Estamos en el Nuevo Mundo, separado del viejo conglomerado continental y cultural por inmensos océanos, barrera infranqueable para un tráfico tal que permitiese una interacción cultural entre ambos mundos. Es, pues, lo más probable que si algún contacto hubo entre éstos antes del 12 de octubre de 1492, fuese totalmente esporádico (sostienen algunos historiadores que el mismo Colón había estado en el nuevo continente antes de esa fecha), de modo que era difícil que dejasen huella. Y sin embargo vemos cómo los grandes fenómenos culturales se repiten, entre ellos las prácticas religiosas, políticas y sociales; algunas técnicas incluso, y muchos conocimientos especulativos. Y son precisamente los calendarios y almanaques los que con mayor nitidez nos presentan esta silueta de un espíritu humano que sopla de igual manera en un mundo que en otro, y que nos ofrece en cualquier tiempo y en cualquier lugar un hombre esencialmente igual a sí mismo. Cuando llegó Colón a América, hacía tan sólo 38 años que los aztecas habían reformado su calendario, que era de 365 días, para intercalar el año bisiesto. La historia de los calendarios en el continente americano se parece notablemente a la de los calendarios y almanaques de los conglomerados  culturales mediterráneo y asiático. Según los mitos aztecas fue el dios Quetzalcoatl el que enseñó al hombre el calendario, al mismo tiempo que la agricultura, las técnicas y las ciencias. También en las culturas precolombinas de centroamérica, de las que nos quedan numerosas referencias y vestigios, el calendario es la más elaborada expresión de las creencias, conocimientos y costumbres. Leer sus calendarios es como leer en clave sus libros sagrados, sus credos y sus fiestas; es como un escaparate de sus cultos y culturas. Cuando llegaron los españoles al Nuevo Mundo, algunas de las culturas con las que entraron en contacto estaban en su máximo apogeo: Centroamérica parecía, al igual que Egipto y Mesopotamia, la encrucijada de las grandes culturas del continente, el crisol en que éstas se fundían, conservándose lo mejor de cada una de ellas. Los calendarios de la zona son un fiel reflejo de ese esplendor y de esa síntesis cultural. Los mayas del Yucatán, los nahoas y los aztecas son los pueblos cuya cultura se impuso. 

EL ALMANAQUE presenta hoy el calendario azteca, uno más de los calendarios que en este principio de año estamos ofreciendo a nuestros lectores para que puedan formarse una visión global de cómo los calendarios y almanaques han sido a lo largo de la historia y de las culturas, el soporte preferido de las celebraciones, y en torno a ellas, de los ritos, los mitos, los conocimientos, los dogmas y las costumbres que mejor las definen. Y junto a ellos ofrecemos también una amplia gama de almanaques temáticos con contenidos de actualidad. Pretendemos crear con ello una especie de reticulado (del que cada cuadro es un día), que nos permita ofrecer dosificados los contenidos de nuestra página en la forma que nos es propia, día a día, pero ampliando la oferta a tantas secciones como Almanaques vayamos creando. Con esta nueva modalidad, conseguimos tres resultados óptimos. Uno: a nuestros lectores escasos de tiempo, que prefieren una sola de las secciones del Almanaque general, se les de la posibilidad de abonarse a un Almanaque dedicado a su tema preferido. Dos: con la segmentación del Almanaque general en Almanaques específicos, abrimos nuevas líneas de contenidos, que hemos reprimido hasta el presente por no sobredimensionar el Almanaque general. Tres: la creación de este reticulado nos depara la oportunidad de presentar dosificados y racionados en formato de Almanaque, los cuantiosos fondos que hemos ido acumulando en nuestra web a lo largo de los ya cerca de mil días que llevamos trabajando en ella todo un equipo de personas que hemos puesto el alma en esta página. Estamos convencidos de que con las nuevas estrategias que ponemos en marcha este año, aligeramos el peso del Almanaque general, que seguiremos confeccionando y ofertando como hasta ahora; y que al mismo tiempo facilitamos el acceso a sus contenidos a mucha más gente.

CALENDARIO AZTECA 

Cuando llegó Hernán Cortés a México, el calendario azteca acababa de ser reformado, y el año empezaba el día 1 de Atlacalmaco, que coincidía con nuestro 1 de marzo. No está claro si fue el mes o la “semana” la más antigua unidad de medida de los días. De todos modos, en todos los calendarios de la historia vemos cómo son los días de mercado los que marcan la cadencia de las semanas (en algunas lenguas se usa la misma palabra para denominar la feria o mercado y la semana).

Entre las culturas centroamericanas se instituyó la celebración del mercado cada 5 días y por tanto la semana de 5 días (fue la sacralización del número 7 en nuestra cultura lo que determinó que nuestra semana sea de 7 días). La siguiente unidad era el mes de 20 días, con un total de 18 meses al año, que sumaban 360 días. Para completar los 365 días del año solar (366 los bisiestos, que también los tenían) añadían al final del año los 5 (o 6) días llamados nomentemis, que dedicaban íntegramente al placer y la diversión; en esta última semana del año no había  feria, para no interrumpir las celebraciones. Algo muy parecido a las saturnales romanas y las navidades cristianas con que se despide el año viejo y se recibe al nuevo. 

El hecho de que las culturas de centroamérica no hubiesen desarrollado la escritura, no representó ningún impedimento para el desarrollo de un calendario perfecto. Asignaron nombres con los respectivos pictogramas a los 20 días del mes (1 flecha, 2 tigre, 3 águila, 4 cuervo, 5 los cuatro movimientos del sol, 6 pedernal, 7 lluvia, 8 flor, 9 serpiente armada de harpones, 10 Ehecatl (el gran dios Ketzalcoatl en figura de viento), 11 casa, 12 lagartija, 13 culebra, 14 muerte, 15 venado, 16 conejo, 17 agua, 18 perro, 19 mona, y 20 hierba). De este modo era fácil representar el desarrollo del tiempo. Parece que antes de llegar a este nivel de denominación, sólo tuvieron cuatro nombres (como una semana de 4 días) que se iban repitiendo hasta completar el mes. Estos nombres eran ácatl, tepatl, calli y tochtli, que representaban a los cuatro astros (Sol, Luna, Venus, Tierra), a los cuatro vientos, a las cuatro estaciones, o a los cuatro elementos. Parece que desde muy antiguo dividían el año en cuatro estaciones; que se guiaban por los equinoccios y los solsticios; y que dividieron el día en 16 “horas”: 8 laborables, desde la salida a la puesta del sol, y las 8 restantes de descanso.   

Al igual que ocurrió en el viejo continente, los calendarios avanzaban con las respectivas culturas. Por más que en los mitos respectivos cada uno aparezca como iniciador del tiempo, el caso es que los calendarios maya, nahoa y azteca pertenecen a una misma fuente cultural. En el año 249 a. de J.C, cuando el calendario romano era un auténtico caos, y aún faltaban siglos para la reforma juliana que instituyó los años bisiestos, en ese año se reunieron los sacerdotes de las tribus nahuas para corregir las desviaciones de su calendario, introduciendo el año “bisiesto” (la repetición cada cuatro años del último de los días nomentemis). Esta reunión tuvo lugar en Huehuetlapallan, una de las siete ciudades mexicanas que formaron Chicomoztoc, la ciudad mexicana más importante de los nahuas. Instituyeron también el período de 52 años, formado por cuatro haces o gavillas de años (13 x 4). Con esta ocasión en que ajustaban exactamente el calendario al sol, celebraban una extraordinaria fiesta religiosa en la que se extinguía el fuego viejo y se encendía un nuevo fuego sobre el cuerpo de la víctima humana que con esta ocasión se iba a sacrificar. Todos los fuegos del imperio se extinguían antes de tan gran ceremonia (en épocas, los días nomentemis que la precedían tuvieron carácter de duelo, penitencia y sangrientas disciplinas, simbolizando la preparación para el fin del mundo); y después de la gran oscuridad, llegaba la explosión de la luz: infinidad de antorchas encendidas en el fuego nuevo de la pira del sacrificio, partían en dirección a todas las ciudades y poblados. Es de notar el singular paralelo con la celebración judeocristiana de los jubileos cada 49 años (7 x 7), siendo el quincuagésimo, el año jubilar.

EL CALENDARIO DEL SOL

El pueblo azteca daba gran importancia al tiempo, que era registrado en dos calendarios: el de 365 dias, xihuitl, que era el solar y o agricola, compuesto por 18 meses de 20 dias, mas cinco dias "inutiles" o "aciagos"; y la cuenta de los destinos de 260 dias, llamada tonalpohualli, que tenia mas bien caracter adivinatorio.

Este esta divido en 13 meses de 20 dias cada uno. Cada dia tiene un nombre y se combina rotando con un nmero del 1 al 13, hasta completar los 260 dias (13 veces 20=260). Cada dia con su numeral tiene una carga energetica que lo conecta con la fuerza del cosmos, y esta bajo la proteccion de un dios, se relaciona a un rumbo del universo y a un color, y tiene un augurio asociado.

Los nombres de los dias en nahuatl son los siguientes: cipactli, ehécatl, calli, cuetzpallin, coatl, miquiztli, mazatl, tochtli, atl, itzcuintl, ozomatli, malinalli, acatl, ocelotl, cuauhtli, cozcauauhtli, ollin, tecpatl, quiauitl, xochitl. Los 18 meses del calendario solar de 365 dias, recibian los siguientes nombres: atlcahualo, tlacaxipehualiztli, tozoztontli, hueytozoztli, txcatl, etzalcualiztli, tecuilhuitontli, hueytecuilthuitli, tlaxochimaco, hueymiccailhuitl, ochpaniztli, pachtontli, hueypachtli, quecholli, panquetzaliztli, atemoztli, tititl, izcalli y nemontemi. Los méxicas creian que el calendario habia sido inventado por Oxomoco y Cipactonal.

Los aztecas dividian el calendario solar en 5 periodos de 73 dias, especie de estaciones a los que llamaban cocij: cocij cogaa, era el tiempo del agua y del viento simbolizado por el cocodrilo; cocij col lapa era el tiempo de las cosechas, representado por el maiz; cocij piye chij, era el tiempo santo o de fiesta, representado por el aguila o el guerrero; cocij piye cogaa, tiempo de secas e inicio del calendario; cocij yoocho, tiempo de las enfermedades y las miserias, representadas por el tigre. 

Los Meses Nahuas y sus equivalentes gregorianos.

Atlcahualo

Equivalencia: febrero-marzo

Tacaxipehualiztli

Equivalencia: marzo

Tozoztontli

Equivalencia: abril

Hueytozoztli

Equivalencia: abril-mayo

Txcatl

Equivalencia: mayo-junio

Etzalcualiztli

Equivalencia: junio

Tecuilhuitontli

Equivalencia: junio-julio

Hueytecuilthuitli

Equivalencia: julio

Tlaxochimaco

Equivalencia: agosto

Hueymiccailhuitl

Equivalencia: agosto-septiembre
 

Ochpaniztli

Equivalencia: septiembre

Pachtontli

Equivalencia: octubre

Hueypachtli

Equivalencia: octubre-noviembre

Quecholli

Equivalencia: noviembre

Panquetzaliztli

Equivalencia: diciembre

Atemoztli

Equivalencia: diciembre-enero

Tititl

Equivalencia: enero

Izcalli

Equivalencia: febrero

Nemontemi

Equivalencia: febrero

Poema : Piedra del Sol - Octavio Paz

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