ESTRÓGENOS
¡Eureka, éureca!, me dije cuando
caí en la cuenta de algo tan elemental como que al descubrir los biólogos la existencia
en el organismo de unas hormonas a las que bautizaron con el nombre de estrógenos,
habían dado con el origen del deseo sexual en las hembras (porque en principio los
estrógenos eran cosa de hembras, igual que el estro, es decir el celo,
cíclico por definición). Y tanto más creía haber dado con la palabra (y con la cosa)
clave, cuanto que el estudio de los estrógenos se había originado y desarrollado para
explicar una serie de comportamientos singulares del organismo femenino (es decir de las
féminas, de las mujeres). Es que llevo mucho tiempo buscando en las palabras la
explicación a fenómenos y comportamientos extraños y actitudes dudosas que se reflejan
en el léxico: en primer lugar, estoy convencido de que la denominación de frigidez
para la falta de deseo sexual de la mujer, es tan malévola como la calificación de caliente
o cachonda para la que sí lo tiene; y más cuando se pasa del estar al ser.
Parto del prejuicio de que el organismo humano no puede ser esencialmente distinto del de
los otros animales; y que por tanto si la fecundidad en la hembra humana es cíclica, lo
tendría que ser también el celo (¡el estro!), que no es más que una fase del
ciclo. Y al tropezarme con los estrógenos, me dije: "¡Ya lo tengo!"
Sí, pero no. Lo tengo, pero se me vuelve a escapar. Resulta que el estro es,
según los diccionarios, el período de celo de los mamíferos, especialmente de
las hembras, de donde habría que deducir que los estrógenos son las
sustancias (hormonas) que generan el estro, es decir el celo; que se trata de algo
que afecta en particular a las hembras; y que por tanto hay algo objetivo, fisiológico,
sometido a ritmos y variaciones de densidad y de intensidad, que determina el deseo sexual
en ellas. Bueno, por ahora los científicos han estudiado casi todo aquello que se debe a
los estrógenos tanto masculinos como femeninos, tema que dejo para otro momento, pero no
se han interesado por el estro; lo han dejado de lado. A falta, pues, de la explicación
fisiológica y psicológica del estro, vamos por la explicación léxica.
OistroV (óistros) significa tábano (el diptongo oi se reduce a e). A partir de
este insecto y de su picadura, tan dolorosa que pone furiosos a los animales, se ha
desarrollado toda la gama de significados. En primer lugar se denomina con el nombre del
insecto, también el aguijón, la picadura, el dolor que produce y sobre todo la desazón
y el furor. De ahí se salta al deseo vehemente y a la pasión loca. OistroV tinoV (óistros
tinós) es la expresión que usaban los griegos para
referirse al deseo furioso de cualquier cosa. Les debía impresionar mucho la imagen de
los animales furiosos por la picadura del tábano, e incluso el dolor lancinante que
producen en el hombre esas picaduras, porque desarrollaron un considerable campo léxico
en torno a ella, incorporando además la metáfora del furor o del deseo intenso: oistraw, (oistráo) es estar furioso como un animal picado por un tábano, ser presa de un
transporte de furia, de pasión. Picar como pica el tábano, aguijonear; y en pasiva, ser
picado, aguijoneado, presa de un arrebato. Oistrobolew (oistroboléo), picar con el
aguijón del deseo, del furor. Oistromania,(oistromanía) el arrebato de furor o de pasión... y así hasta una docena. Como metáfora
tiene realmente mucha fuerza.
Mariano Arnal
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