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EL DIA A DIA

EL DEDO EN LA LLAGA

Unos laboratorios de Estados Unidos están trabajando en una nueva píldora anticonceptiva, que en vez de impedir la ovulación, como las actuales, lo que impide es la menstruación. Tal como la tienen planteada de momento, reduciría las menstruaciones a un tercio, de modo que la mujer que tomase esa píldora, pasaría a tener sólo cuatro menstruaciones al año. Tienen previsto tardar aún unos cuantos años para sacarla al mercado. Las incógnitas que quedan por despejar, son de envergadura: ¿qué pasará con los procesos hormonales y con los efectos secundarios? Ni idea. Y la pregunta más interesante: si la farmacología es capaz de reducir las menstruaciones en dos tercios nada más empezar con el experimento, ¿será capaz de reducirlas totalmente? Así parece que debería ser, porque el sentido de la evolución es siempre de menos a más. Y llegados aquí, que como en el rascar, todo es empezar, ¿cómo queda la situación y el papel de la mujer? Éste sería un gran paso adelante en la separación de la actividad sexual de los procesos reproductores: se ve venir que la copulación se desligará totalmente de la procreación, que pasará a ser un acto clínico. No sólo eso, sino que estará moralmente condenado procrear mediante la copulación, porque se ofrecerán cada vez mayores garantías de calidad de la semilla humana, que a eso irá orientada la genética; a imagen y semejanza de la agricultura y la ganadería, en que es ya inconcebible dejar actuar a la naturaleza, sino que las semillas, siempre carísimas, son objeto de todo tipo de selección, control y tratamiento, y garantía por tanto. El resultado es que funcionalmente la maternidad será una opción clínica, y los vientres de alquiler pueden ser una fórmula habitual, desde el momento en que la propia lógica del sistema tendrá que desechar con mucha frecuencia tanto el óvulo de la que quiere ser madre, como el espermatozoo del que quiere ser padre. Nos acercamos inexorablemente al sistema reproductor de los animales y plantas de cultivo, como se ha acercado nuestro sistema sanitario, alimentario y preventivo. La eliminación de la regla y por tanto de la capacidad reproductora como algo inseparable de la condición de mujer, cambiará a ésta como no lo han hecho siglos de inculturación. Y en cambiando la hembra, el cambio de la misma especie (es decir, también del macho) está garantizado. ¿Hacia dónde? ¿Hacia el hormiguero o la colmena, formado mayoritariamente por hembras estériles sumamente trabajadoras, y por machos que una vez efectuada la selección fecundadora son eliminados? Con un recorrido tan corto de la flecha podemos especular sobre su dirección, podemos intuirla, pero aún es muy difícil tener ninguna seguridad. Si efectivamente la píldora inhibidora de la menstruación sustituye a la inhibidora de la ovulación, generalizándose tanto como ésta, tenemos cambio profundo a la vista. Uno de los efectos culturales más paradójicos será la caída en picado de los idílicos anuncios televisivos de venta de compresas, en los que parece que lo mejor de lo mejor que le puede pasar a una mujer es tener la regla, y que los días en que la tiene son para ella con diferencia los más felices del mes. Y volver a las culturas antiguas que la consideraban como maldición y tabú, por ir en dirección contraria al esfuerzo de la humanidad por renunciar a la sangre, que como principio de vida ha de ser algo sagrado, prohibido e intocable.

EL ALMANAQUE retoma hoy el tema de la menstruación, del que quedaron flecos por terminar.