click here!
EL DIA A DIA

PLANOS DE COMPATIBILIDAD

Tal como en el trabajo está creciendo nuestra resistencia en condiciones cada vez más duras, sometidos a una presión creciente, y por consiguiente estamos aprendiendo a soportar cada vez mayor presión; en contrapartida en la vida de relación vamos en la dirección opuesta: tendemos a aguantarnos cada vez menos los unos a los otros; somos más intolerables e intolerantes. Algo tendrá que ver con esto, el que vayamos a una relación cada vez más virtual, más irreal, más de lejos. No debe escapar a nuestra observación el hecho de que determinados fenómenos puramente físicos son indicio (y quién sabe si no son también causa o concausa) de cambios profundos del género de relación. En las discotecas, que son las principales lonjas de concertación de compañía, se ha aumentado de tal modo el volumen de la música, que hay que descartar la conversación como herramienta de relación, puesto que no puede desarrollarse como tal, sino que queda reducida al mínimo inteligible y a voz en grito; total a casi nada. Ahí no es posible susurrar algo al oído. No parece pues casual la eliminación no ya de la conversación, sino ni tan siquiera de las posibilidades de la misma. Hasta la propia coreografía parece representar plásticamente el devenir de la comunicación: las generaciones anteriores a la actual conocieron el baile en parejas como la forma dominante, alternado con las danzas más complejas en las que por encima de la pareja está el grupo representando a la unidad superior en que están inscritas las parejas: el pueblo en danza. Hoy en cambio predomina el baile individual: se ha superado la arcaica necesidad de pareja para bailar. Baila la masa sin estructurarse ni coordinarse, movida más por el ritmo, que por la melodía, que incluso puede faltar del todo. Y baila el individuo (género epiceno) sin ninguna conexión necesaria con nadie. Puede desarrollarse el baile en la más absoluta individualidad y soledad en medio de la masa amorfa. Y ese mismo modelo se reproduce en la comunicación, en la que a ojos vista los comunicadores de masas le están comiendo el terreno a la comunicación interpersonal. Desde que existen la radio, la televisión y el disco (la música enlatada), ha caído en picado la relación de las personas entre sí, y en especial la plática, la conversación, la tertulia (es posible que las tertulias radiofónicas se hayan convertido en un género privilegiado por los oyentes, porque la echan en falta en sus vidas). Y en cuanto a los otros telesistemas de comunicación, el teléfono e internet, se da la misma tendencia al alejamiento: hasta las parejas están cediendo una parte de su relación a la comunicación lejana. Se trata de otro género de comunicación y de relación, dominado por la distancia o acaso por la lejanía. Lo que somos capaces de conversar por teléfono, no somos capaces de hacerlo en presencia. Como si el sabernos lejos nos hiciese más comunicativos, como si nuestro último destino como especie fuese el pasar a convertirnos en telecomunicadores y telecomunicados. Ahí está internet con su chateo, que sería una gran cosa si fuese lo que dice ser: conversar de manera familiar o informal. De informal tiene muchísimo, el chat; pero de conversación, poquísimo. Y la sustancia comunicativa, inaprensible. Es que estamos optando claramente por poner distancia entre nosotros: somos cada vez más alérgicos a la proximidad.

EL ALMANAQUE examina hoy la compatibilidad, término que adoptado por la informática para las máquinas, pero que interesa mucho más a las personas.