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DEL DIA A DIA

NO SÓLO OBLIGACIÓN, SINO TAMBIÉN AFECTO

No fue nada fácil pasar del régimen de esclavitud de la mujer en el matrimonio al de esposa. La ley de Moisés es de transición de uno a otro régimen. Aunque en sus principios forma parte de las posesiones del hombre (el sexto y noveno manadamientos son de ese régimen), su situación evoluciona hacia la libertad. Si no fuese así, no tendría sentido el ritual del sacrificio por los celos (Núm 5, 11-31). En él se da por supuesto que la mujer se puede negar a mantener relaciones con su marido (cosa impensable en régimen de esclavitud, uno de cuyos vestigios son los malos tratos a las mujeres, y el hecho de que en el rito del matrimonio aún sea preciso recordar: compañera te doy, que no esclava). La ley, una vez que ha soltado las ataduras de la mujer, haciéndola pasar de la condición de objeto a la de sujeto, pone los medios para que este gran salto no lleve consigo la desintegración de la unión conyugal. Admitido el principio de que la mujer no puede ser forzada en el matrimonio como cuando era esclava del hombre, la ley le da a éste un arma poderosísima para atraerse su buena disposición; absolutamente bárbara, si se mira desde el lado de la libertad; y una auténtica bendición si su alternativa es la esclavitud. Si la mujer se muestra fría con su marido, éste tiene derecho a sospechar que es por infidelidad. Los celos están justificados y tendrá derecho a someterla al duro rito de los celos: Habló Yavé a Moisés diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando una mujer casada se desvía de sus deberes (maritumque contemnens, =y rechazando a su marido, dice la Vulgata; "y le mirase con desdén", añade el texto de Los Setenta) y comete infidelidad porque un hombre ha derramado en ella una efusión de semen, pero el hecho ha quedado oculto a los ojos de su marido por haberse contaminado en secreto, y no hay testigos contra ella ni ha sido sorprendida, si se apodera del marido el espíritu de los celos y sospecha de su mujer, y ésta se ha contaminado; o si se apodera de él el espíritu de los celos y sospecha de su mujer, y ella no se hacontaminado, este hombre conducirá a su mujer al sacerdote y presentará por ella su ofrenda: un décimo de efa de flor de harina de cebada. No derramará aceite sobre él ni pondrá incienso encima porque es una oblación de celos, una oblación de memoria para recordar un pecado. El sacerdote hará que se acerque y la pondrá de pie ante Yahvé. Tomará agua santa en un vaso de arcilla, tomará también polvo del suelo del Tabernáculo y lo echará en el agua. El sacerdote mantendrá a la mujer en la presencia de Yahvé, le revolverá el pelo y pondrá en sus manos la oblación de la memoria, la oblación de los celos, mientras que en la mano del sacerdote estará el agua amarga de la maldición. La conjurará el sacerdote y dirá a la mujer: Si ningún hombre se ha acostado contigo y si no te has desviado para contaminarte con otro fuera de tu marido, sé inmune al agua amarga de la maldición. Pero si te has desviado de debajo de tu marido y te has contaminado y un hombre que no es tu marido, ha derramado en ti su efusión, el sacerdote conjurará entonces a la mujer con el juramento imprecatorio y le dirá: que Yahvé haga de ti objeto de maldición y de execración en medio de tu pueblo marchitando tu sexo e hinchando tu vientre; y que esta agua de maldición entre en tus entrañas para hacer hinchar tu vientre y marchitar tu sexo. Y la mujer responderá: amén, amén. El sacerdote escribirá en seguida estas maldiciones en una hoja y las mezclará en el agua de las amarguras, y dará a beber a la mujer el agua amarga de la maldición, que entrará en ella convirtiéndose en amarguras. El sacerdote tomará de la mano de la mujer la oblación de los celos y la balanceará delante de Yahvé, y la acercará al altar. Tomará de ella, como memorial de la mujer, un puñado de la oblación y la hará humear sobre el altar; después hará beber el agua a la mujer. Cuando le haya hecho beber el agua, sucederá que si se ha contaminado y ha sido infiel a su marido, el agua de la maldición entrará en ella para amargura, y su vientre se hinchará, su sexo se marchitará, y aquella mujer vendrá a ser objeto de imprecación en medio de su pueblo. Pero si la mujer no se ha contaminado y es pura, quedará inmune y tendrá posteridad. Esta es la ley de los celos, cuando una mujer se haya desviado de debajo de su marido y se haya contaminado, o cuando el espíritu de celos se apodera de un hombre y sospecha de su mujer. Entonces presentará a la mujer ante Yahvé y el sacerdote le aplicará toda esta ley. Así el marido quedará libre de culpa, y la mujer cargará con su iniquidad.