Es difícil decir más en
menos letras. Con ellas se forma un gran nombre de mujer: inmenso, profundo,
navegable. ¡Un nombre navegable! Fascinante. La mar, para los que la aman,
tiene nombre de mujer. Y la mujer amada tiene nombre de Mar. A más de una le
da vértigo tanto nombre y lo suaviza anteponiéndole el nombre de María.
María del Mar. En este nombre se tempera la bravura y la grandeza del mar
con la suavidad del nombre de María. Cada nombre tiene su grandeza y su
belleza. Éste la tiene a mares. Viene del latín mare, maris. Su raíz
continúa invariable. Curiosamente su plural es Maria (que no se lee María, sino Mária).
Santa María del Mar es
una de las advocaciones más antiguas de la Virgen. No está relacionada con
ninguna aparición, sino con la necesidad que sienten los marinos y sus
familias que quedan en tierra, de contar con la más alta protección en el
cielo. Stella Maris, Estrella del Mar, llaman a la Virgen marinera
desde antiguo. La inigualable iglesia gótica de santa María del Mar en
Barcelona es la más exquisita muestra del culto que desde la Edad Media se
rinde a la Virgen bajo esta advocación. Es una de las joyas del gótico.
Celebran su onomástica las que lucen este precioso nombre el 15 de agosto,
fiesta grande de todas las que de una u otra forma llevan el nombre de
María; en Granada se celebra Nuestra Señora del Mar el sábado contiguo al
último domingo de septiembre; y en otras poblaciones el 15 de septiembre.
En la mitología griega la
Mar estaba personificada en Talasa, madre de Venus (en El nacimiento de
Venus, de Botticelli, vemos nacer a la diosa de las olas del mar). El
animal mítico que simboliza la mar, es el delfín. En la mitología de los
parsis se llama Mar al ángel de los astros, y también al Sol se le da
el nombre de Mar. El mar y la mar forman parte de nuestras vidas y ha
empapado nuestro lenguaje como las olas empapan las arenas de la playa. Hablar
de la mar, empeñarse en meter la mar en un pozo, Estar la mar muy alta,
Romperse el mar, Subir la mar, Arar el mar, Arrojarse a la mar, Agitarse el
mar, Haber mar de fondo, Mar tendida, Mar en lecho, Mar de delicias, Estar
hecha un mar de lágrimas... son metáforas marinas que usamos para
describir nuestras conductas y nuestros estados de ánimo. Y por el mismo
camino van los refranes: Do va la mar, vayan las arenas, y este
otro: La mar que se parte, arroyos se hace.
Ciertamente la mujer ha
tomado posesión de todas las bellezas de la tierra para que le sirvieran de
nombre. No era pensable que dejase olvidada la mar, con su enorme poder de
evocación. Decir Mar es pensar en hacerse a la mar y navegar por sus
inmensidades. Ojos navegables, corazón navegable. Es asomarse a horizontes
que se curvan tocando el cielo. Mar es riego, es aventura, es riqueza, es
fascinación, es abismo, es inmensidad. Es un mundo por el que podemos
simplemente pasar, o en el que si somos valientes podemos sumergirnos y
gozar de bellezas inimaginables. Siempre es el mismo, pero ofreciendo a cada
hora un nuevo rasgo de su inagotable belleza. Es un nombre tan inmenso como
el mar. ¡Felicidades!